Comentario
Como había ocurrido en el Intermedio Temprano, el valle de Moche volvió a emerger como foco central de un estado de conquista multivalles; este estado es conocido como reino de Chimú o Chimor. Chimú es el antiguo nombre del valle de Moche y tuvo su capital en Chan-Chan, una ciudad fundada alrededor del 800 d.C. que se emplazó en el extremo norte de la cuenca, y desde donde se gestó la conquista de un vasto territorio de más de 1.000 km2 de extensión hasta que en 1.425 fue conquistado por los incas. En su época de máximo esplendor se extendió desde Lima a Túmbez, llegando a establecer contacto con Manta en la costa sur y centro de Ecuador, que por aquel momento tenía una organización de tipo preestatal, con grandes asentamientos como el de Agua Blanca en Manabí. Por el este se expandió hacia la sierra, llegando a Cajamarca y Huamachuco.
La capital, Chan-Chan, comrende un centro cívico de 6 km2 de extensión y 19 km2 de períféria edificada. El recinto central contiene nueve conjuntos de paredes de adobe con unas dimensiones de 200 por 600 m de lado, y un recinto más pequeño, siendo adyacentes a una pirámide truncada que tuvo una funcionalidad de enterramiento. La ciudad en su conjunto está dividida en diez sectores y pudo albergar en su momento culminante hasta 200.000 habitantes. Estos diez sectores o palacios amurallados estaban separados por calles anchas y rectas y plazas centrales, conteniendo en su interior cuartos, terrazas, depósitos, pasajes y tumbas. Cada uno de ellos estuvo dedicado enteramente a un rey; de ahí que fueran levantados secuencialmente para conmemorar la ascensión al trono de un nuevo gobernante. Mientras éste vivió, el conjunto sirvió de palacio; a su muerte, su cuerpo fue colocado debajo de la plataforma piramidal que después fue coronada por un santuario mantenido por los descendientes de cada gobernante. Estas tumbas contenían ricas ofrendas de cerámica, textiles, mantas, plumas, discos de oro, objetos de plata, armas e instrumentos de bronce, etc.
Chimú surge como consecuencia de la descomposición de Huari, como resultado de un cambio evolutivo basado en la integración de las formas Huari y Moche. No se han detectado migraciones ni cambios radicales, ni tampoco influencias, sino tan sólo un proceso endógeno.
Además de Chan-Chan, los chimú levantaron una ciudad en cada valle, algunas de las cuales llegaron a ser casi tan grandes como la propia capital. Por ejemplo, Chiquitoy Viejo en Chicama, Pátapo en Lambayeque, Pacatnamú en Jequetepeque y Purgatorio en el valle del Leche. Otros asentamientos menores sirvieron de apoyo a cada uno de estos grandes centros.
En unos y otros se desarrolló una compleja agricultura hidráulica, que se considera herencia de la antigua cultura moche, y que sirvió de base al sistema productivo Chimú, así como también un complejo sistema de fortalezas y de carreteras. Una producción pecuaria exitosa y la explotación de productos mineros que incluyen oro, plata, cobre y bronce, así como trabajos industrializados en cerámica y tejidos constituyeron, junto al mencionado sistema de distribución, la base económica del estado chimú.
La organización social del reino Chimú fue muy jerarquizada, desde el grupo dirigente a las clases campesinas y artesanas que vivieron en las periferias de sus ciudades. La realeza chimú parece haber practicado la herencia compartida, una costumbre que más tarde asimilarían los incas. Toda la riqueza del gobernante muerto -incluidas posesiones materiales, tierras y demás- pasó a manos de sus herederos para ser utilizada en sus ceremonias. El heredero al trono sólo heredó la autoridad política del rey, teniendo que levantar su propio conjunto palaciego y efectuar nuevas conquistas para financiar su administración. Tal vez en ello esté la clave del expansionísmo chimú y, más tarde, del imperio incaico.
En cuanto al sistema religioso, la tradición oral coloca a Ai-Apaec, "el que hace", como dios creador de la naturaleza y de los hombres. El sol estaba ligado a unas piedras mágicas que eran sus hijas y las representantes de sus antepasados. También los cuerpos celestes más notorios, como algunas estrellas, Orión, Las Pléyades, etc., ocuparon un nivel importante en el panteón chimú. Estas fuerzas sobrenaturales estuvieron controladas por un cuerpo sacerdotal jerarquizado, desde las ciudades a las aldeas, que se encargó de mantener ideológicamente integrada a la sociedad.